Murió ayer en Madrid, a los sesenta y tres años de edad y en plena lozanía de su inspiración y de su talento, el escultor español Jerónimo Suñol: un temperamento de artista y un trabajador infatigable de quien, como de muchos otros muchos puede afirmarse - y no porque la postrera se al hora de las alabanzas. Que le ha sorprendido la muerte con el cincel en la mano, firme y rudo en la gloriosa labor que emprendiera para la fama en 1864, cuando muy joven y casi desconocido entre nosotros maravilló a todos con su soberbia estatua del «Dante», que en la Exposición Nacional verificada en Madrid en aquel año ganó en buena pelea los elogios fervorosos de la crítica, la admiración del publico y un premio segundo, recompensa que entonces se regateaban mucho y solo otorgaban al verdadero mérito.
Había nacido Suñol en Barcelona en 1840. En aquella Escuela de Bellas Artes hizo sus estudios y a los veinticuatro años de edad, según queda dicho, había obtenido con una alta recompensa la consagración de su talento envidiable. Aquella estatua notabilísima fue adquirida por el Estado, y en el Museo Nacional, figura en sitio preeminente.
Dos años mas tarde ganaba en reñido concurso un primer premio con su estatua de "Himeneo", obra premiada con una medalla meses mas tarde en la Exposición Universal de París, y a partir de entonces, su carrera gloriosa y afortunada no se ha interrumpido, y desde Roma y luego aquí, las producciones de su inspiración, briosas, poéticas, castizas, respondiendo a una raza de escultores que no se extingue por fortuna entre nosotros, figuran en los Museos, decoran las plazas públicas, adornan las galerías y exposiciones de los contados magnates españoles que amparan noblemente las bellas artes y en otros pueblos pregonan los singulares méritos del escultor insigne, a quien con el debido reposo EL IMPARCIAL consagrará el homenaje debido.*
El entierro del cadáver de Suñol se verificará esta mañana a las diez. De fijo que en el cortejo fúnebre se unirán cuantos en presencia y en espíritu rinden en España el culto de la admiración y del respeto a los soldados del arte que caen rendidos por la lucha con las armas honrosas en la mano.