Esta talla se venera en el Monasterio de Javier (Navarra).
"...una imagen de San Francisco Javier , que para la iglesia elevada en Navarra en la cuna del Apóstol de la India por la señora Duquesa de Villahermosa le encargó esta insigne dama, por mediación mía, lo que me permitió seguir paso a paso la génesis de esta acabada obra. En un principio se pensó en hacerla de mármol; pero cuando Suñol hacía sus modelos, pues hizo tres distintos, hasta hallar en uno su concepción completa, surgió un reparo invencible, dado el fin a que se destinaba la estatua. Los españoles no rezan mas que a los santos de talla. En Italia el culto es más clásico: ama el mármol; pero la tradición piadosa española es la de las tallas de Juni y Hernández, Alonso Cano y Juan de Mena. A esa tradición hubo de volver los ojos Suñol, e hizo un Santo ascético y vigoroso, como le hubieran hecho aquéllos; pero mejorándolos notablemente. Representó al Apóstol que, desafiando todos los riesgos y penalidades de la vida entre los bárbaros orientales, acometió la titánica empresa de evangelizarlos. No solamente se preocupó Suñol de los rasgos morales del personaje, sino de los físicos, fijándose al efecto en el retrato suyo más auténtico, que le fue hecho en Goa por otro misionero, y se halla publicado por la Sociedad Geográfica de Lisboa. Es un grabado en cuyos trazos vigorosos se descubren los del animoso Apóstol. Con estos elementos, Suñol hizo una imagen completamente opuesta a las que suelen hacerse, dulces y plácidas, revestidas de roquete y estola, pulcras y aseadas, cual si se tratara de un capellán de oratorio. Hizo la figura llena de nervio y espíritu del austero evangelizador que, sin mas traje que la sotana (según consta en referencias de su vida), se muestra entregado a su predicación, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante, la mano derecha extendida, la izquierda ostentando un crucifijo, la cabeza levantada al cielo, donde clava los ojos y parecen elevar una invocación los entreabiertos labios.
Esta Figura recuerda, por su severidad de líneas, el conocido San Francisco de Mena, conservado en Toledo: admirable por su ascética expresión total, por la grandiosa sencillez de sus líneas, por la verdad de su actitud, de su forma y detalles, que el artista trató con exquisito amor, sin perdonar las ondulaciones de la tela, las rugosidades de la piel; subyuga por la fuerza misma de su realismo: por el poderoso elemento de humanidad que hay en ella. Es el hombre que todo lo puede con su voluntad; es el héroe que alcanza el triunfo de su idea. Asó lo reconocemos en aquel rostro pomuloso, trabajado, curtido, enérgico; en el cuerpo vigoroso y duro que palpita bajo aquella sotana; en el ademán firme y en las nervudas manos de talla magistral."
Jose Ramón Melida